jueves, 31 de diciembre de 2015

Cuento de Navidad escrito por Sonia Ramírez, 12 años.



DIARIO DE UN REFUGIADO EN NAVIDAD:
Aquella mañana amaneció nublada, parecía que iba a comenzar a llover, era el 14 de diciembre de 2014. Hacía frío pero teníamos que comenzar a andar lo más pronto posible. Nos despertamos a las 7:30, en el refugio de Bucarest, en la cabaña número 11. Seguimos el sendero de los refugiados hasta llegar a una parada de tren rumbo a Eslovaquia. Nos montamos. El tren tardó mucho en llegar, unos tres días.
Hoy es día 17. Se acercan las navidades y desgraciadamente ya solo tengo a mi hija María a mi lado. Mi nombre es Shalma, salí de Siria con mis cinco hijos y mi marido hace ocho meses. Tuvimos que salir de allí porque cerca de mi casa pusieron bombas, y mi ciudad (Damasco) está destruida por la guerra. Ellos no han conseguido llegar hasta Eslovaquia, dos de ellos cayeron de la barca y se ahogaron, los otros dos se murieron de hambre, y mi marido no consiguió entrar en el refugio porque había mucha gente, se quedó a las puertas.
Hace mucho frío, mi abrigo lo perdí. Y en los refugios no tienen. Por lo menos tengo comida, bebida y a mi hija. Ayer paseamos por Bratislava, asomándonos de casa en casa viendo a esas felices familias como colocan el árbol de navidad, dándose abrazos y cariño y tan felices. Ojalá nosotros estuviéramos así, me decía mi hija. Nos volvimos al refugio y dormimos. Mañana iba a ser un día muy largo y cansado.
Hoy vamos a ir a Berlín, es nuestro destino final, vamos allí con la ilusión de comenzar una nueva vida.
Ya estamos en el tren. Hay mucha gente y hace calor. En Berlín tengo dos amigos, me dijeron que nos podrían acoger unos días. Pero al llegar a su casa, no se acordaban de mi cara, decían que era una impostora y nos dejaron a mí y a mi hija en la calle, de nuevo estábamos vagando por la calle. Me coloqué en la puerta de Brandemburgo conseguí 18 Euros, fuimos a un McDonald’s. Comimos por fin, hacía días que no comíamos nada.
En el McDonald’s conocí a un señor que nos invitó a su casa a pasar las navidades.
En su casa vivía también otro refugiado sirio, pero no nos pudo presentar porque el otro refugiado había ido a comprar la carne para la cena, era el 24 de diciembre. Ya estábamos sentados en la mesa, llamaron a la puerta, era el refugiado, tenía muchas ganas de conocerle, quizás fuera alguien conocido. Abrió la puerta y pasó, se sentó en la mesa y cuando levanté la vista era él, mi marido, estaba allí, sentado en frente mía. Nunca pensé que nos fuésemos a encontrar, nos levantamos a la vez, mi hija, mi marido y yo, nos dimos un abrazo y seguimos con la cena, con un par de lágrimas de por medio y continuamente dando las gracias al alemán que nos acogió en su casa.
Y este ha sido el mejor regalo de navidad de mi vida.